martes, 20 de noviembre de 2012

LAS CARACTERÍSTICAS DE LAS POLÍTICAS EDUCATIVAS: LA PROPUESTA EDUCATIVA DE VASCONCELOS.

LAS CARACTERÍSTICAS DE LAS POLÍTICAS EDUCATIVAS: LA

PROPUESTA EDUCATIVA DE VASCONCELOS.


LA CAMPAÑA CONTRA EL ANALFABETISMO



Al mismo tiempo que Vasconcelos llevaba adelante la campaña política para crear la Secretaría de

Educación Pública, emprendió otra actividad importante: la cruzada contra el analfabetismo, iniciada en

junio 20 de 1920, apoyada con gran entusiasmo por maestros, pero sobre todo por maestras.

Las condiciones de la cruzada: crear un cuerpo de profesores honorarios de educación elemental, formato

por personas de ambos sexos que hubieran cursado como mínimo el tercer año de la primaria. La

Universidad abriría un registro en el cual se inscribirían todos los habitantes del país que reunieran las

condiciones establecidas en el párrafo anterior, y que desearan dedicarse a la enseñanza de la lectura y

escritura, de modo voluntario y gratuito. La Universidad otorgaría un diploma a favor del inscrito que lo

acreditaría como profesor numerario de educación elemental. Serían obligaciones de éste dar por lo menos

una clase semanaria de lectura y escritura a dos o más personas, ya en su propio domicilio, ya en cualquier

otro local donde fuere posible. Comenzarían sus clases hablando sobre el aseo y dando consejos

elementales sobre la higiene, la respiración, el alimento, el vestido, el ejercicio.

Los profesores honorarios llevarían a sus alumnos, una vez que lo estimaran conveniente, ante los

profesores e inspectores oficiales, a fin de que los examinaran y, en su caso, les expidieran certificado de

saber leer y escribir. El profesor honorario que hubiera presentado a examen con éxito a más de 100

alumnos, recibiría de la Universidad Nacional de México un diploma que certificara este hecho. Dicha

institución daría preferencia, para los empleos en todas sus dependencias, a las personas que acreditase

que habían enseñado a leer y escribir a más de 100 alumnos. En las demás dependencias del gobierno

federal y los estados, se daría preferencia a la solicitud de empleo a favor de las personas que hubieran

presentado este certificado.

Julián Carrillo, averiguó hasta qué grado los estados habían apreciado la importancia de la campaña contra

el analfabetismo, y notó con pena que la mayoría de los ciudadanos no había tomado en cuenta un asunto

de tamaña trascendencia.

Carrillo proponía a Vasconcelos: primero, dirigir una serie de oficios a todos los periódicos de la

República, con la invitación para hacer propaganda a favor de la campaña; segundo, comisionar a un

ciudadano en cada una de las manzanas de las ciudades, villas, aldeas y pueblos a fungir de director de

manzana, y así poder seleccionar a los profesores honorarios; tercero recomendar que los jefes de

manzana fueran los ciudadanos más caracterizados y que el gobernador mismo lo fuera de su respectiva

manzana; cuarto, extender nombramientos universitarios a todos los directores o jefes de manzana y

quinto autorizar que en cada manzana, cuando ya no hubiera más analfabetos, el jefe de la misma

levantara una bandera blanca.

Vasconcelos autorizó inmediatamente la realización del plan y se proponía, al mismo tiempo, fomentar el

sentimiento nacionalista.

Dos preocupaciones fundamentales de Vasconcelos saltan a la vista en este juramento: La búsqueda de


e-Educa, Cibercultura para la Educación AC


IDENTIDAD PROFESIONAL. LECTURA 8 2



unidad, antecedente necesario de la identidad nacional y la promesa de luchar sin descanso contra el

analfabetismo.

El universal (abril 14 de 1921) reportaba que en vista de las alarmantes condiciones de la instrucción en el

país, y ante el espectáculo de que el número de analfabetos crecía en vez de disminuir, se decidió a dar un

vigoroso impulso a la campaña contra la ignorancia. Se instalaron escuelas rudimentarias en la capital y en

las municipalidades y, en vista de la escasez de edificios, se contrató la construcción de 500 tiendas de

campaña, que se colocarían en todas las plazas, jardines y barrios populosos. En dichas tiendas se

establecerían las escuelas con muebles adecuados y sólidos, se instalaría alumbrado y se daría entrada a

todo el que quisiera aprender a leer y escribir.

A pesar de la escasa cosecha que levantó la cruzada de alfabetización (apenas hizo mella en el inmenso

número de analfabetos), la campaña cobró una resonancia especial, primero, por ser un ingenioso invento

para combatir la ignorancia; segundo por suscitar un cambio de actitud en muchos de los ciudadanos, al

interesarlos en los que no sabían nada, actitud contraria al espíritu individualista, distintivo del Porfiriato y

tercero por adoptar la solución gratuita de combatir la ignorancia por medio de los maestros honorarios.


DESAYUNOS ESCOLARES



Roberto Medellín, director entonces de educación técnica en el Distrito Federal, informó en abril de 1921

a Vasconcelos que, al visitar las escuelas, había observado a numerosos estudiantes con síntomas de

extrema debilidad por desnutrición, al grado de desmayarse por asistir a clase sin haber comido. Medellín

notaba que muchos niños de familias pobres, deseosos de educarse para mejorar su posición económica,

comían, de ordinario, sólo una vez al día. Era imposible, por tanto, que pudiesen prestar debida atención a

los cursos ni aprovechar la enseñanza en ninguna forma.

Vasconcelos que, a fuerza de auténtico revolucionario, se preocupaba por el bienestar de las masas, se

conmovió profundamente por la suerte de estos niños y empezó a pensar la forma de socorrerlos. Para

lograrlo convocó (abril 15 de 1921) al personal de la Universidad y a los maestros de las escuelas públicas

bajo su jurisdicción. Vasconcelos se propuso imitar el ejemplo del licenciado Ezequiel A. Chávez, quien,

durante el régimen maderista, lanzó la idea de servir desayunos escolares (Hernández Luna, 1981, pp. 99-

103; SEP, 1992, 1 (No. 1) (mayo) p. 111; 1923, 2 (Nos. 5 y 6) (segundo semestre de 1923 y primer

semestre de 1924), p. 136). Mas como el gobierno debía subvenir a un sinnúmero de necesidades urgentes,

el rector juzgó que la iniciativa privada era la indicada para resolver el problema. Y a fin de que el

departamento educativo de la nación precediera con el ejemplo, invitó a todo el personal a donar un

porcentaje adecuado de su sueldo para este programa.

La respuesta del personal fue en extremo generosa, y se procedió enseguida a hacer los descuentos

convenidos (El movimiento, 1922, pp. 379-383).

El rector sugirió al personal de la Universidad elegir una comisión para proyectar y administrar la

distribución de los desayunos escolares. Roberto Medellín, como presidente, y Elena Torres y Joaquín

Valcárcel, como miembros de la comisión de desayunos escolares, resultaron elegidos. Los desayunos

consistían de 300 gramos de café con leche y 80 gramos de pan. El programa se inauguró en la Escuela

Miguel Lerdo de Tejada, en mayo 9, con 50 alumnos pobres del establecimiento. En el curso del mes se

distribuyeron desayunos en otras instituciones y éstos llegaron a ser 10,000 con un costo total de $ 1,

701.48.

Vasconcelos había presentado su proyecto con la secreta esperanza de que una vez iniciado el servicio con

ayuda particular, las Cámaras se verían obligadas a continuarlo con un presupuesto adecuado. No se

equivocó, y la asignación de fondos federales permitió una notable expansión del programa que llegó a


distribuir 20,000 desayunos en 1922. Las instituciones favorecidas eran varias decenas de la capital y

aledaños (SEP, 1922, 1 (No. 3) (enero) p. 497).

La distribución de los desayunos escolares reveló a Vasconcelos y a sus colaboradores el extremo de

pobreza de muchos niños. Algunas familias residentes en Ixtapalapa e Ixtacalco substituían con raíces de

cebolla, zanahorias descompuestas y desperdicios por el estilo (Excélsior, enero 18 de 1922).

Prácticas reprobables empezaron a manifestarse entre los favorecidos con los desayunos escolares.

Algunos de los chicos robaban a sus compañeros las raciones, otros derramaban la leche y el café en las

mesas y se metían en la boca enormes trozos de pan. Los miembros de la comisión y los ayudantes de las

respectivas escuelas, al observar esta conducta y la falta de limpieza de los estudiantes, empezaron a

instruirlos en prácticas higiénicas y en buenas maneras.

Se presentó también otro tipo de problemas: algunos niños de la Escuela Francisco I. Madero, donde 576

de los 700 estudiantes recibían el desayuno escolar, se avergonzaban de aceptarlo. Los encargados de

distribuir los desayunos manifestaron a aquellos que la pobreza de sus padres no era motivo de vergüenza.

Por otra parte, se les dio a los niños oportunidad de ganarse el alimento con su ayuda en tareas de limpieza

de la escuela y cultivo del jardín contiguo.

En medio de este ambiente de generosidad, no faltó una minoría insignificante de maestros opuestos a

donar parte de su sueldo para este servicio, como la hacía la mayoría de los maestros. Tales individuos

cicateros decían a los niños pobres: “Deberían avergonzarse de tomar este desayuno, comprado con el

dinero del pan de los hijos de los maestros”. La comisión recomendó a estos maestros, por sugerencia de

Vasconcelos, que no regañaran a los niños en forma tan injusta. La práctica cesó al poco tiempo.

Las observaciones de la comisión y los informes de los encargados revelaron que la distribución de

desayunos escolares beneficiaba académica, social y físicamente a los alumnos pobres. Podían prestar

mejor atención a sus estudios, asistían más regularmente a clases y empleaban maneras corteses junto con de aceptable limpieza.
 


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