martes, 20 de noviembre de 2012

LOS PRIMEROS INTENTOS POR DAR A LA EDUCACION DENTRO DEL PROYECTO NACIONAL REVOLUCIONARIO

Los primeros intentos por dar forma a la educación dentro del proyecto nacional revolucionario.



Durante el gobierno de Madero, Pani, el subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, abre una encuesta nacional para recabar opiniones y orientar con ellas la revisión del decreto relativo a las escuelas rudimentarias. Sin embargo, todo se convierte en una especie de ponencia oficial, ya que se considera que dichas escuelas "imparten una enseñanza de carácter abstracto y rudimentario". Y como dificultades principales para su aplicación se advierten las siguientes: a) la heterogeneidad étnico-lingüística y la muy dispersa distribución de la población; b) las deficiencias mentales del conglomerado indígena; c) su escaso valor como plan de educación integral; d) la nociva acción que engendra predicar socialismos agrarios de tipo "orozquista o zapatista", y e) la estrechez del presupuesto.

Plaza fundación de la Gran Tenochtitlán y al fondo el Palacio Nacional, Cd de México.

En consecuencia se propone: a) modificar el decreto para excluir de él a los adultos; b) ampliar el plazo a dos años para disminuir "la pobreza pedagógica del programa"; c) enriquecer éste con nociones elementales de geografía e historia, dibujo y trabajos manuales; d) establecer la posibilidad de agregar el canto y las actividades tecnológicas; y e) la formación del personal docente mediante el establecimiento previo de escuelas normales regionales, así como de escuelas prácticas industriales o agrícolas. De esta manera, la encuesta nacional, transformada en ponencia, nos dice Mejía Zúñiga, expone claramente la política educativa y la filosofía social que sustenta el gobierno surgido de la transacción de Ciudad Juárez.

Sin embargo, por otro lado, despierta actitudes auténticamente revolucionarias, precisa ideas y conceptos educativos, y promueve el encauzamiento de una educación popular. Una de las respuestas más significativas fue la del profesor Gregorio Torres Quintero, la cual por su contenido científico -que descansa en la realidad social-, tiene un indiscutible valor para el trazo de la política educativa de la Revolución. Quintero sostiene que las escuelas rudimentarias nada tienen de raro ni de nuevo. Son algo más que escuelas de "leer y escribir y contar" de que tanto se ha hablado. No son un anacronismo pedagógico, son una extensión del sistema escolar que ya existe en los campos y que va a satisfacer una necesidad. Tienen todavía, en nuestro país de 78% de analfabetos, un gran papel que desempeñar.

En relación con la heterogeneidad étnico-lingüística, afirmaba: "Eso, en mi concepto, no es una dificultad. No es difícil enseñar a leer y escribir y, para el caso, lo mismo da enseñar a cien que a un millón de individuos. Tampoco es obstáculo la heterogeneidad de razas y de costumbres. Lo mismo da establecer una escuela para blancos que para negros…"

Y añade: "Los libros de lectura cuidadosamente escogidos y escrupulosamente preparados, pueden llevar lo necesario, en grado elemental, para la formación del mexicano y dar una explicación de los fenómenos naturales y sociales más importantes. La lengua, la lectura y la escritura son poderosos instrumentos educativos capaces de formar el alma y el corazón de los mexicanos".

De la encuesta Pani se derivó un enorme interés por la educación y en particular por la escuela nueva, impulsada entre otros por el profesor Rafael Ramírez, quien publicó su primer libro en 1915 con el título La educación industrial y en él señala: "Es preciso enfocar la escuela hacia amplios horizontes de la agricultura. La educación industrial es un grito de rebeldía, un acto de protesta contra esa educación que nos mata la voluntad, pervierte los ideales y agota la confianza."

Por otra parte, con un lenguaje sencillo expone los siguientes conceptos: "a) los oficios no son más que un medio para desarrollar la aptitud técnica; de ahí la idea de hacer en la escuela primaria un lugar, distinguidísimo lugar, a los trabajos manuales; b) la instrucción es un medio, no un fin, por lo cual la enseñanza debe de ser variada e impartirse mediante el contacto directo entre alumnos y maestros; c) en todo momento hay que poner en manos de los educandos los instrumentos útiles para producir, no como talismán para abrir las puertas a carreras hechas; d) toda adquisición intelectual. Así como progreso educativo correspondiente, implica que las nociones aprendidas sean confirmadas por los actos del discípulo; e) en las escuelas de todo tipo se debe educar primero; educar y adiestrar después, y educar y especializar al fin." (Ramírez, Obras Completas, FCE - SEP/ 80's, México, 1915, pp. 27).

Ramírez señala además que no hay que especializar en la escuela tan tempranamente a la juventud y añade: dediquémonos con ahínco a darles una sólida y amplia cultura técnica, pues siempre será más efectivo y determinante lo que el medio social imponga. Es necesario orientar la enseñanza científica de las escuelas en el sentido de las aplicaciones inmediatas a la agricultura, a la industria, al comercio y a las actividades manuales, pero siempre, y en todo caso, fundar toda enseñanza en métodos conducidos por orientadores profesionales".

Además de Cándido Aguilar en Veracruz, otro de los esfuerzos más significativos para la formación de la doctrina de la Revolución, en materia educativa, es sin duda el general Pascual Morales Molina, gobernador del Estado de México, quien en 1915 también dispone la creación de las escuelas del lugar, cuyo principal objetivo es perfeccionar las industrias, las artes y los oficios de creación mexicana a que se dedican los indígenas del lugar. El sólo nombre expresa toda una filosofía y una sociología educativas, pues se dirige a la población que dispersó la conquista y marginó la colonia, movilizó la Reforma, sometió a la dictadura y vitalizó a la Revolución.

Requiere que cada comunidad tenga una escuela de acuerdo con sus necesidades y características regionales, económicas, políticas y culturales, previamente estudiadas y jerárquicamente atendidas, para orientar y conducir la acción comunal hacia planes superiores de vida. La idea de estandarización, con moldes transnacionales, empieza a ceder el paso a la acción socializadora del potencial humano inmerso en toda comunidad.

La doctrina y los mecanismos son sencillos: se estudian las condiciones socioculturales predominantes en cada lugar en su vivir cotidiano y, con ese marco de referencia, se crea ahí la escuela capaz de movilizar las fuerzas internas y el potencial humano del lugar, para impulsar el desarrollo de la comunidad entera hacia mejores niveles de vida. Esa es la comunidad-escuela que la Revolución concibe para fortalecer la vida de los pueblos y evitar su desintegración, por lo cual se puede afirmar que con esos ingredientes empieza a tomar fuerza una escuela auténticamente mexicana.

Conviene destacar los esfuerzos de Salvador Alvarado en Yucatán que toman un cariz más radical en materia de educación y que son preconstitucionales.

Ahora bien, si las leyes preconstitucionales surgidas de manera relativamente anárquica en los diversos estados representan, sin embargo, algún avance en la consecución de la educación popular, la Constitución de 1917, que resume todas las inquietudes sociales, parece propiciar, por otra parte, lo que algunos consideran un retroceso en materia educativa.

El Congreso Constituyente, en su afán de liquidar las jefaturas políticas con las que la dictadura había atado la vida democrática, al depositar el control en manos de los gobernadores por ella designados, suprime la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes y crea el municipio libre, como aspiración suprema de organización política y administrativa en los estados, facultados para hacerse responsables de la educación local. Sin embargo, ni el municipio adquiere la libertad y autonomía administrativa a que aspira como "célula social de la democracia", ni la educación realmente se vigoriza, por el contrario se debilita y en muchos casos prácticamente desaparece, pues la lucha armada había desintegrado la vida municipal, el hambre había diezmado a la población y la penuria ancestral de los ayuntamientos impedían atender la educación elemental.

La federación, por su lado, queda impedida para llenar los inmensos vacíos de la estructura escolar en los estados y, "al prohibir la enseñanza de toda religión en los establecimientos particulares de educación, se limita a una parte del pueblo de la educación privada. Los resultados fueron graves, pues en la capital de la República sólo había ciento veintiocho escuelas elementales, que dejaban a veinticinco mil niños sin instrucción.

La Revolución toma forma institucional con Venustiano Carranza, pero parece detenerse frente a dos grandes problemas que exige inmediata solución: el agrario y el educativo. El problema agrario tropieza con murallas infranqueables porque se levantan sobre estructuras latifundistas y eclesiásticas tradicionales que el capitalismo extremo manipula con técnicas imperialistas para impedir su solución. El único camino abierto es, pues, el de la educación; de ahí que a la caída de Carranza, propiciada por el Plan de Agua Prieta, y tras el interinato de Adolfo de la Huerta, el gobierno de Álvaro Obregón restablezca la Secretaría de Educación Pública, que el Congreso Constituyente de Querétaro había suprimido. Esta dependencia se propone atender "el clamor público que pide la federalización de la enseñanza, reconociendo el fracaso de esa misma enseñanza, a causa de los sistemas que hoy nos rigen".

En concordancia con su cometido, la nueva Secretaría de Educación Pública concibe la educación como un servicio público y divide su acción en tres grandes ramas o departamentos: el escolar, el de bibliotecas y archivo, y el de bellas artes, cuyas tareas eran fundar escuelas especiales para la educación de los "indios" y las escuelas rurales en todo el territorio nacional, para educar especialmente en aquellos conocimientos de aplicación inmediata que perfeccionaran los trabajos manuales y las industrias de cada región; así como escuelas de educación primaria y superior en todas las ciudades de la República.

Se crea en es momento un cuerpo de agentes viajeros que recorren el país, para estudiar y dar a conocer las necesidades de las distintas regiones del territorio nacional y para organizar, de acuerdo con ellas, los servicios educativos. Y además de los consejos de educación: locales, estatales y federales, promueve la creación de un sistema que destine a la educación el presupuesto necesario, en especial para las escuelas elementales, secundarias, industriales y agrícolas y en último término las profesionales.

Esta política educativa se ajusta de mejor manera a las necesidades y aspiraciones del pueblo que se manifestó por la vía armada. Es por ello que la escuela rural empieza a fundir su acción con los de las comunidades, abandonadas durante siglos. "El fervor revolucionario se traslada de los campos de batalla al campo de la educación y de esta manera, el paisaje cultural de México se llena de tintes y destellos democráticos y populares, pues ha nacido, siguiendo el curso de su historia, la escuela rural de México como eje vertebral del sistema educativo nacional" (idem, p. 199).

Así, con la acción de los maestros viajeros o ambulantes, y la dirección de educadores como: Gregorio Torres Quintero, Rafael Ramírez, Enrique Corona, Ignacio Ramírez López, José María Bonilla, José Guadalupe Nájera y otros, bajo la coordinación de Moisés Sáenz, se conduce la educación desde abajo y desde arriba. Ellos son los que, con la ayuda de maestros improvisados y el apoyo e interés de las comunidades rurales, diseñan las rústicas pero vitales instituciones educativas, por ello no se puede atribuir esta obra a nadie en particular.

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