1. La cruzada vasconcelista. La educación como recurso
fundamental para alcanzar la identidad nacional Contenido
José Vasconcelos, quien desde su infancia se caracterizó por su intensidad
por vivir, cuestionó, enfrentó y derrumbó, ya en su juventud, a la llamada
"Generación del Centenario", que impulsaba el gradualismo positivista y el
racionalismo. Esta inquietud la compartía con la "Generación del 15", de la que
posteriormente se distanció al disentir sobre los ritmos que debía guardar el
cambio social y los actores que debían protagonizarlo.
Vasconcelos estaba convencido de que la educación constituía un elemento de
liberación humana y que, a su vez, generaba la libertad de creencias. Pluralista
por convicción, cualquier pensamiento monolítico le resultaba reduccionista;
hiperactivo, concebía al individuo propenso a la acción y, por lo tanto, como un
ente que no requería de estímulos externos utilitaristas para actuar. A partir
de estas consideraciones, para Vasconcelos educar significaba enseñar los
valores humanos con los cuales la actividad conduce a la superación. Su proyecto
educativo rescataba al pueblo de la inacción intelectual, generada a lo largo de
los años de humillación en los que habían sido obligados a no actuar, y lo
redimía permitiéndole aumentar su confianza e identidad, mediante el orden y la
disciplina.
El planteamiento vasconcelista fue de carácter universal, porque confrontaba
y conciliaba a nuestra Nación con el mundo a partir de su concepción
iberoamericana. Como muchos de nuestros intelectuales, Vasconcelos fue amante
del libre pensamiento, sabía que a partir del libre ejercicio intelectual se
recuperarían nuestras raíces y se descubriría la esencia de nuestra identidad
nacional. Para él, la fuerza del país estaba en su origen y no en sus afanes
guerreristas, en la cultura y no en las armas, consideraba que la nación se
asemejaba más a una roca que a un aerolito.
La educación debía fomentar los vínculos sociales, en tanto instrumento que
fortaleciera la solidaridad entre los mexicanos; vería a la industrialización
sólo como un medio para promover el bienestar; haría de la ciencia, la cultura y
la tecnología una herramienta para consolidar la Nación; aumentaría los
conocimientos geográficos, antropológicos y la complejidad social del país para
acrecentar con ello la conciencia sobre la importancia de la identidad nacional.
Había que mexicanizar el saber y aprender a ver el mundo desde una perspectiva
propia de los mexicanos.
La escuela como resumen de la humanidad era, para Vasconcelos, la instancia
donde la educación se orientaba hacia el saber, no tanto para descubrir y
ascender al poder, sino un instrumento para que el hombre lo pudiera hacer.
Alcanzar esta meta era posible gracias a que el conocimiento es la conciencia
del ser, cada generación se levantaba en los hombros del conocimiento que le
aporta la generación anterior y el saber enriquecía conciencias. Sin embargo,
lograr esta síntesis humana no podía improvisarse, el niño debía aprender con
disciplina e imaginación a partir del conocimiento de las grandes preocupaciones
sociales de la humanidad.
La labor institucional de Vasconcelos, impulsada con el establecimiento de la
Secretaría de Educación Pública (SEP), concentró los esfuerzos educativos de la
Revolución y les dio una orientación reconstructora. La educación debía ir a los
marginados, estar guiada por preocupaciones democráticas. Su deber ser consistía
en formar hombres con confianza en sí mismos, que emplearan su energía sobrante
en el bien de los demás. Para la visión vasconcelista, la pobreza y la
ignorancia son los mayores enemigos del progreso, resolverlos precisaba de la
educación para subsanar tan grandes males.
Por ello, en un país caracterizado por su heterogeneidad social, la educación
debía construir, promover y difundir una identidad tejida con el contacto entre
España y la América precolombina. Para nuestro "Ulises Criollo", el mestizaje
era la esencia de la hispanidad hasta en la misma España que, por cierto, nunca
fue un país monoétnico sino de múltiples razas, aunque por mucho tiempo no
llegase a ser aceptada esta pluralidad.
Para Vasconcelos la educación no era sólo una ciencia, había que sumarle un
carácter normativo, de ahí sus semejanzas con la ética o la política. Al igual
que éstas, consideraba que exigía una relación racional entre fines y medios
para alcanzarlos, un vínculo entre el ideal y su consecución.
El objetivo final del sistema educativo de Vasconcelos radicaba en
transformar la realidad en todas sus manifestaciones. Para ello, era necesario
combatir la opresión que durante siglos había pesado sobre el mexicano porque le
impedía cristalizar sus esfuerzos en favor de la actividad productiva e
imaginativa, hacia un uso placentero de su ocio que evitara su hundimiento en la
pereza.
La escuela bajo la concepción vasconcelista, guiada por valores de equidad y
de distribución de la riqueza, era un instrumento de liberación humana para
todos y no como prerrogativa exclusiva de una minoría. Con esta convicción el
ministro de Educación pugnaba por vincular el plantel escolar con la vida;
promover desde este sitio el desarrollo pleno de la población; en fin, esta
institución educativa era el centro del desarrollo cultural de una sociedad en
busca de su integración como Nación.
La visión de Vasconcelos se fundamentaba en una cosmovisión universal de la
naturaleza humana y en una teoría educativa normativa amparada en una concepción
plural en el conocimiento como instrumento y no como un fin para la satisfacción
de las necesidades humanas.
Para Vasconcelos, era imperativo alimentar la identidad nacional del México
revolucionario, para hacerlo democrático e hispanoamericano. Por eso, la SEP no
fue concebida como una instancia burocrática más, sino como la correa de
transmisión entre una sociedad y una forma de Estado que tenían en ese momento
la oportunidad de reconstruirse o inventarse.
Como titular de este ministerio, Vasconcelos se caracterizó por la prisa para
educar (quizá desde entonces data el estigma por hacer las cosas rápido en
materia educativa). Para ello, movió a la sociedad a partir de la recuperación
de nuestro pasado y de la historia universal; hizo de cada maestro un misionero
cultural, un apóstol de la nueva palabra educativa, un protagonista de la
integración nacional del país que, en la práctica, conocía y sembraba la semilla
de una nueva conciencia nacional.
En resumen la importancia del proyecto vasconcelista estriba en su concepción
de que la educación debe consolidar a la Nación, incrementar los lazos de
solidaridad entre los mexicanos. Si bien en México ha prevalecido una injusta
distribución de la riqueza y del ingreso, resultaba más lastimoso y lamentable
que existiera una exagerada concentración del conocimiento en unas cuantas
cabezas. Así, con la educación como herramienta, Vasconcelos y sus
contemporáneos sentarían las bases para el desarrollo ulterior del México
revolucionario.
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