Cuando las circunstancias nos lleva a reflexionar acerca de la obra de algún
coetáneo, nos desconcierta el tener que situarlo en la perspectiva histórica,
apenas esbozada todavía, y trunca; de parecida manera, en la playa,
desconcertaba el protagonista de L'ecornifleur (el gorrón) -novela de
Jules Renard- su dificultad para ponerse "al nivel de la mar". En el caso de don
Jaime Torres Bodet todo un libro de 170 páginas, escrito por quince
especialistas, ha sido necesario para exponer sus múltiples actividades; ¡y es
solamente un compendio!
Acertó el Dr. Gabriel Méndez Plancarte cuando le llamó "Don
Jaime", al modo como al comenzar el siglo llamaron "Don Justo" al gran
Subsecretario de Instrucción Pública que dio impulso, antes sin par en nuestra
historia, a la enseñanza y a las Bellas Artes. La cruzada nacional de
alfabetización emprendida en 1944 por Don Jaime hizo ver que la educación ha de
empezar por el principio, y éste es que todos los mexicanos sepan leer y
escribir; tarea sin término. Don Jaime facilitó a los alfabetizados el acceso a
la cultura mediante los folletos de la "Biblioteca Enciclopédica Popular". Fundó
el Instituto Federal de Capacitación de Maestros para resolver el problema de
aquellos cuya competencia profesional no alcanzaba la altura de su abnegación.
Estableció organismos técnicos cuya necesidad se hacía sentir. Implantó el Libro
de Texto Gratuito, que tanto ha ayudado a la clase social más necesitada de
enseñanza y estímulo. Y en vísperas de terminar su segundo encargo como
Secretario de Educación Pública fueron inaugurados el Museo de Arte Moderno y el
de Antropología, pasmo de los visitantes.
Menos notoria pero no menos brillante fue su actividad en
la Secretaria de Relaciones Exteriores, como Subsecretario y como titular.
Culminación de ella fue su actuación -eficazmente secundada por los doctos
colaboradores que supo escoger- en la IX Conferencia Internacional Americana,
reunida en Bogotá en 1948; sin mengua de acción común. La de México fue decisiva
para transformar la ya anacrónica Unión Panamericana en la Organización de los
Estados Americanos, de espíritu democrático. Un año antes, en la Conferencia
Interamericana para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad del Continente,
celebrada en Quitandihna, Brasil, Don Jaime dijo con gráfica imagen que armar a
los países iberoamericanos contra una eventual agresión extracontinental, sin
aumentar la cooperación económica indispensable para su desarrollo, haría de
muchos de ellos "inválidos con coraza".
El reconocimiento de sus méritos ha sido mundial. Siete
universidades extranjeras y cuatro mexicanas le han conferido el doctorado
honoris causa. La Academia Francesa de Bellas Artes le eligió miembro
extranjero, distinción preciada pues sólo son diez los académicos de esa
categoría. En noviembre de 1948 fue electo Director de la UNESCO; inició el Plan
de Educación Fundamental, buscó la cooperación entre los países occidentales,
desarrolló muchos útiles proyectos; y con valor cívico declaró que la obra
pacifista mediante la educación, la ciencia y la cultura, encomendada a la
UNESCO sería insuficiente si las naciones regateaban los recursos
indispensables. Ante la categoría que disminuyó el presupuesto, comprometiendo
la ejecución del programa de trabajos, siguió el camino que la dignidad marcaba:
dimitió en noviembre de 1952.
Que al margen de su absorbente actividad pública como
funcionario y educador haya logrado realizar una brillante obra como escritor,
demuestra que esto último es lo fundamental de su personalidad: gran escritor,
con cuanto ello connota de vastos conocimientos, percepción rápida y lúcida,
sagacidad para el análisis, criterio seguro para la síntesis, gusto por la
creación literaria bien conocida y ejecutada. Sus magníficos discursos, donde la
forma elegante es vehículo de recta doctrina y nobles pensamientos, obedecen a
la ineludible necesidad de exponer propósitos, explicar realizaciones y dar a
conocer lo muchísimo que ha de hacerse, para estimular así la ayuda que todos
han de prestar, aunque ésta, por parte de los más, sólo sea de
sentimiento.
Su clara comprensión de los problemas le orienta hacia las
soluciones adecuadas. Activo siempre, atento a "lo que hay que hacer", lo hace
sin demora, aprovechando -como lo aconsejaba Horacio- los días, lo que vale por
decir: cada hora y cada momento. Esto con energía ejemplar: herido en un
accidente, casi inválido para moverse escribió la mayor parte de su libro sobre
Rubén Darío, dado a conocer en aplaudidas conferencias sustentadas en EL Colegio
Nacional. Cuando se publique, no será uno más en la extensa bibliografía acerca
del genial nicaragüense: será "el libro" sobre Darío, porque paralelamente a la
biografía es analizada la obra, lo uno y lo otro con seguro y sagacísimo
criterio apoyado en amplia documentación, norma seguida en sus libros análogos:
Tres inventores de realidad (1955), Balzac (1959), Maestros
venecianos (1961), Tolstoi (1965). Lo completará, en volumen aparte,
una antología, establecida con certero gusto.
La cosecha poética de su madurez, ajena a modas, está
impregnada de eternidad porque la inspiran sentimientos inherentes a nuestra
naturaleza. Los más hondos de esos poemas tienen por semilla la fragilidad de la
vida, el enigma de su porqué, el del dolor, el misterio de la creación poética,
la hermosura del mundo; acaso los más conmovedores sean los que dan voz a un
sentimiento universal: el amor filial. En todos la emoción es comunicativa
porque algo de los sentimientos propios halla en ellos cualquier ser humano;
halla, sobre todo, el orgullo de serlo, si débil, desamparado y vulnerable, a la
vez fuerte por su voluntad, protegido por sus concepciones mentales e inmune a
cuanto su espíritu rechace.
Sobre las ideologías contradictorias, para Don Jaime lo
importante es "lo humano", cualquiera que sea su origen. Con plena conciencia de
ello ha dicho: "La verdad no admite exclusivas ni consiente fronteras. El
destino del hombre es una responsabilidad universal". Y proclama: "Ser hombres,
con todo lo que supone de rebeldía, de valor y de fe el oficio de hombre". Por
eso es justo llamarle "humanista", no en el sentido estricto y anticuado de ese
vocablo, sino en el de hoy en el amplísimo y generoso de investigador y defensor
de cuanto a la persona concierne.
Su obra de escritor será durable. En sus discursos los
pósteros hallarán normas de conducta para actuar en bien de México y en pro de
la concordia universal; en sus estudios biográficos y críticos tendrán
insuperables modelos de análisis penetrante y valoración justa; en sus poemas y
en sus novelas gustarán la armonía entre el pensamiento y la forma. Y
comprobarán que, estadista y diplomático, poeta y prosista, educador y
humanista, Don Jaime Torres Bodet ha sido siempre fiel a su precepto: "Ante todo
hay que ser genuino".
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